La noche del 30 de agosto de 2039 una excepcional ola de calor sofocaba los Estados Unidos. En Nueva York el termómetro marcó los cuarenta y dos grados; a medianoche todas las duchas de la ciudad emitieron un aullido de agonía, y el estertor de las cañerías anunció que el suministro de agua quedaba suspendido hasta las ocho de la mañana. La mitad de los habitantes invadió las carreteras hacia el mar buscando alivio. Aquella noche, la Coca-Cola vendió cuarenta millones de litros, un lago negro y azucarado que habría podido albergar a toda la flota de los EE.UU. Los cubitos de hielo valían más que los diamantes, y se cuenta de familias que se bebieron la piscina de casa.
En el corazón del desierto californiano, dentro de un bunker de cemento llamado Mothell (el hotel del infierno) en clave, estaba situado el centro operativo secreto del Pentágono. De guardia ante el tablero de intervención nuclear mundial, había dos técnicos, además del general Kingwen, hombre de confianza del Presidente. Exactamente veinte minutos después de medianoche la instalación de aire acondicionado del bunker saltó: algo había obstruido los conductos externos. Una hora después los ciento y tantos hombres encerrados en la fortaleza estaban abatidos por el calor, con las camisas pegadas a las espaldas; las latas de cerveza restallaban como en un bombardeo.
A la 1,30 el general Kingwen tomó la decisión de abrir las ventanillas blindadas exteriores para que entrara un poco de aire. La luz de la luna del desierto penetró en las blancas paredes del bunker y contempló su imagen electrónica reproducida en los monitores de la defensa antimisil.
A las 2,02 todo se había normalizado. El general Kingwen, después de haber bebido un cuba libre y bromeado con los soldados sobre los resultados de la liga estival de fútbol, se fue a dormir. El desierto estaba absolutamente silencioso; hasta los coyotes parecían haber renunciado a su serenata nocturna.
A las 3,10 el técnico encargado del teclado secreto oyó un leve rumor procedente de la ventanilla que tenía sobre su cabeza. Llamó inmediatamente a un centinela, que conectó los focos exteriores: no vieron a nadie. El bunker estaba situado en el centro de 140 km2 de zona minada, cercada y vigilada por 60.000 hombres. ¿Quién hubiera podido acercarse? Mientras tanto, los hombres del equipo que estaba reparando la instalación de aire acondicionado comunicaron que los conductos estaban llenos de ratones misteriosamente amontonados allí para morir, como si huyeran de algún peligro. Se precisaban dos horas para repararlo todo.
A las 3,30 en Nueva York, en el centro de Manhattan, millares de personas escuchaban un concierto de rock al aire libre. Bandas de jóvenes músicos negros improvisaban espectáculos en las esquinas de las calles y sobre los techos de los coches. «¡Sudad y bailad!» gritaban. Las televisiones enviaron sus operadores al lugar. A las 3,32 el disc-jockey de radio California Uber Alies, una emisora de radio del desierto, pinchó Woom, el último éxito de los War Héroes, el grupo del momento. Los guardias del bunker Mothell, todos con su radio dentro del casco, comenzaron a marcar el ritmo con el fusil. La luna llena estaba velada a causa del bochorno.
A las 4,38, por la ventanilla de la sala secreta del bunker asomó la puntiaguda cabecita de un ratón. El animal intentó deslizarse dentro a lo largo de la pared, pero resbaló y su cuerpecillo chocó con la tecla 15, alarma roja, que hacía salir los misiles de los depósitos subterráneos. En el desierto iluminado por los primeros reflejos de la aurora asomaron de repente decenas de misiles blancos Coyote 104, extendiendo sus sombras junto a las de los cactus. El técnico se dio cuenta inmediatamente de lo ocurrido y lanzó un grito de alarma, intentando apretar rápidamente la tecla AD, Anulación Decisión. Pero el ratón, asustado, se le adelantó, saltando de la tecla 15 a la tecla 12. La tecla 12 era la tecla irreversible de
l ataque directo a la Unión Soviética. El técnico aún no había tenido tiempo de llegar a la puerta para dar la alarma, cuando los primeros misiles ya enfilaban el cielo del desierto. A las 4,40 el Presidente de los Estados Unidos fue despertado por la línea especial de su casa de montaña. Descolgó el teléfono y dijo: «Espero que tengan una buena razón para llamarme a esta hora.» A las 4,41 los radares soviéticos captaron la llegada de los misiles americanos y automáticamente se puso en marcha el primer contraataque con noventa misiles SMS 2030. A las 4,43, en la Quinta Avenida de Nueva York millares de personas estaban dando palmadas al ritmo del concierto nocturno, cuando oyeron un extraño y profundo estruendo, y se vieron vibrar y caer unos cuantos cristales de las ventanas de los rascacielos. El cantante del escenario gritó: «Okey colegas, no temáis nada, tenemos algunos problemas con los micrófonos.» Pero mientras tanto el ruido aumentaba de intensidad. Alguien gritó. En el estudio de Radio California Uber Alies el discjockey dijo: «Y ahora, amigos, después del último éxito de los War Héroes, otro disco para vosotros, ¡un disco que os hará saltar a todos por los aires!»
Eran las 4,45. El disco no tuvo gran éxito de audiencia. El misil ruso cayó sobre California exactamente con la primera frase del bajo.
Así comenzó la Tercera Guerra Mundial, y luego hubo otras tres.
Y los koreanos jugando con estas cosas...
# posted by Carsito @ 1:09 p. m.
